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Santiago después de la fiesta

Un gobierno metropolitano con atribuciones y recursos podría atacar tres temas que afectan la calidad de vida de millones. Pese a que terminaron las Fiestas Patrias, el Bicentenario seguirá en la agenda. El gobierno decidió estirarlo hasta 2014 prometiendo otra remodelación del Estadio Nacional, el Mapocho navegable y la plantación de […]

Un gobierno metropolitano con atribuciones y recursos podría atacar tres temas que afectan la calidad de vida de millones.

Ivan Poduje

Pese a que terminaron las Fiestas Patrias, el Bicentenario seguirá en la agenda. El gobierno decidió estirarlo hasta 2014 prometiendo otra remodelación del Estadio Nacional, el Mapocho navegable y la plantación de millones de árboles. Lamentablemente, estas iniciativas dependen de la voluntad del Presidente, lo que limita su horizonte de ejecución a 42 meses. Como este plazo no alcanzará, en 2015 veremos nuevos proyectos para celebrar la «verdadera» Independencia y la historia volverá a comenzar de cero.

Este camino es insostenible. Nuestra ciudad no puede seguir repensándose cada cuatro años a partir de iniciativas aisladas promovidas por los gobiernos de turno. Santiago requiere de una visión de largo plazo y de un marco institucional que permita implementarla. Para ello, debemos despejar dos preguntas: ¿Quién define esta visión? y ¿qué temas debieran priorizarse en ella?

La primera nos lleva al sistema de gobierno de una conurbación con 40 municipios que cuesta coordinar, tarea que se torna imposible cuando intervienen los ministerios. Para resolverlo se requiere de un gobierno metropolitano y estimo que la mejor solución fue planteada por Marcial Echenique: empoderar al intendente y traspasarle atribuciones y recursos del gobierno central, remplazando a los consejeros regionales por los alcaldes. Ellos tendrían que formular un plan estratégico con proyectos que tengan una duración mínima establecida por ley y mecanismos regulados de consulta ciudadana.

Respecto de las prioridades, sugiero olvidarnos de los proyectos que brillan por su pericia arquitectónica o su valor simbólico. El verdadero desafío post 18 de 2010 será resolver tres problemas urbanos que aquejan al grueso de la población y que sobrepasan el área de influencia de un museo o una bandera. El primero es el transporte, donde se anticipa un verdadero colapso cuando las familias aumenten su ingreso y puedan escapar del bus. Acá coincido con Louis de Grange. La única solución es ampliar considerablemente la red de Metro, integrando otros sistemas competitivos al auto, como los trenes de cercanía.

El segundo frente es la segregación social. En esta materia, el plan estratégico debe erradicar los guetos, demoliendo viviendas deterioradas y generando una renovación de su entorno. Para ello podría aplicarse la estrategia del green swap propuesta por el subsecretario Iacobelli y que consiste en mover estas viviendas sociales a terrenos fiscales eriazos, levantando áreas verdes y equipamientos en los espacios que dejen libres luego de su traslado.

En tercer lugar, se debe formular un plan de descontaminación que mejore de una vez por todas la calidad del aire, elevando las penas a los infractores, ampliando la restricción vehicular y promoviendo una transición en los sistemas de calefacción a leña. En esta meta ayudarán las áreas verdes del green swap y la reducción de emisiones de los sistemas de transporte público ferroviarios.

Como vemos, un gobierno metropolitano con atribuciones y recursos podría atacar tres temas que afectan la calidad de vida de millones de santiaguinos. Con ello cumpliríamos la verdadera meta del Bicentenario, que era llevar nuestra ciudad a los estándares de un país más justo y desarrollado.