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Realidades de la segregación urbana

En las comunas pobres, la segregación está lejos de solucionarse y amenaza con transformarse en un problema social serio Un objetivo central de la investigación es crear conocimiento y derribar mitos basados en prejuicios o discursos políticamente correctos. En materia urbana estamos llenos de ellos, como que París es más pequeño […]

En las comunas pobres, la segregación está lejos de solucionarse y amenaza con transformarse en un problema social serio

Ivan Poduje

Un objetivo central de la investigación es crear conocimiento y derribar mitos basados en prejuicios o discursos políticamente correctos. En materia urbana estamos llenos de ellos, como que París es más pequeño que Santiago o que la expansión consumirá suelos agrícolas y nos dejará sin alimentos. Otro concepto muy arraigado es que Santiago es una de las capitales más segregadas del mundo y que este problema ha aumentado en el tiempo, producto de su crecimiento «descontrolado».Un estudio de la UC, liderado por Francisco Sabatini, rebate este juicio con un argumento innovador y provocativo. Su tesis central es que las empresas inmobiliarias han reducido «la escala de la segregación», al colonizar las periferias pobres con barrios cerrados de clase media alta, lo que se conoce como gentrificación. En el fondo, que la desigualdad social se ha revertido en parte, gracias a la expansión y bajo lógicas de mercado, lo que para muchos es una verdadera blasfemia. No contentos con ello, los autores han redefinido la gentrificación demostrando que -a diferencia de Europa- puede ser positiva y debe incentivarse en futuras políticas públicas, ya que aumenta la captura de tributos, atrayendo servicios que generan empleo y renuevan el paisaje.

Lamentablemente, la gentrificación no es un fenómeno generalizado. Se produce sólo en sectores periféricos con terrenos disponibles como Peñalolén, Huechuraba, Puente Alto o Pudahuel poniente. En las comunas pobres ubicadas al interior de Américo Vespucio, la segregación está lejos de solucionarse y amenaza con transformarse en un problema social serio. En este contexto, el principal aporte de Sabatini no es minimizar la segregación o idealizar al mercado, sino que es poner el foco donde realmente se produce el problema: ya no es la ciudad que crece y se expande, sino que aquella que permanece inmóvil y estable. Una ciudad densa y cercana al centro, pero sin áreas verdes ni equipamientos, donde las viviendas no pagan contribuciones y los municipios carecen de recursos para invertir, lo que acelera su deterioro.

En esta ciudad inmóvil, el mercado no tiene opción de reducir la escala de la segregación. El único que puede y debe hacerlo es el Estado y corre contra el tiempo. Un primer esfuerzo fue el programa «Quiero mi barrio», impulsado por la Presidenta Bachelet, que intervino barrios críticos construyendo plazas, canchas deportivas o sedes sociales. Ahora se requiere un nuevo impulso y de cirugía mayor. Ya no bastará con iluminar pasajes o levantar multicanchas. Será necesario demoler bloques de vivienda social, aprovechando terrenos fiscales para relocalizar estas viviendas, lo que podría ser un destino óptimo para la vilipendiada Ciudad Parque de Cerrillos. Además, se deberán generar modalidades de financiamiento para los municipios, lo que podría solucionarse si el gobierno central paga las contribuciones de las viviendas sociales.

Este esfuerzo no será gratis. De hecho, es muy posible que requiera de cuantiosos recursos públicos. Sin embargo, su renta social será enorme y claramente superior a la que se obtiene con los millonarios recursos que consume el Transantiago y aquellos que demandarán otros proyectos emblemáticos que se anuncian para este Bicentenario.