Un metro no es sólo un sistema de transporte público sustentable y competitivo con el automóvil. También es una palanca para el desarrollo regional, una gran obra que dinamiza barrios deprimidos, que inyecta plusvalía y renueva sectores completos de la ciudad. Pero hay un factor adicional que justifica su construcción en el Gran Concepción: un metro que llegue al centro y las universidades, permitiría aprovechar el potencial que pierde el Biotrén por su deficiente trazado actual.
El Metro Regional de Valparaíso cubre un territorio con una población similar al Gran Concepción, pero al pasar por los centros de la ciudad mueve sobre 20 millones de pasajeros por año, lo que permite concluir que el Biotrén pierde unos 12 millones de viajes por año, lo que equivale a $10  millones de dólares de ingresos. La autoridad que evalúa el proyecto debe considerar esta de manda inducida, ya que mejora la rentabilidad social del tren actual.
El trazado propuesto por O’Higgins, Diagonal y Collao es adecuado aunque debiera revisarse su arranque, para evitar un transbordo que suele penalizar la demanda. Lo ideal es que el mismo servicio ferroviario que viene de Coronel y San Pedro de la Paz, cruce el Bío Bío con un nuevo
puente alineado con O’Higgins y se hunda bajo esta avenida llegando directo a la plaza. Ello justificaría aún más una extensión a Lota, reforzando el potencial del centro como cabecera de un área metropolitana de un millón de habitantes.
Pero esta sería sólo la partida. A medida que se consolide el Metro, se debiera construir otra línea que tome el servicio de Chiguayante y lo hunda bajo el Cerro Caracol mediante otro túnel, llegando directamente a Paicaví y luego a Colón para empalmar con el ramal que llega a Talcahuano. Además de cubrir un sector densamente poblado, esta segunda línea conectaría el subcentro del Treból y el aeropuerto, y permitiría levantar la línea ferroviaria que corta la conexión de la ciudad con la ribera norte del río.
Si usted piensa que estas obras son demasiado ambiciosas, le pido que recuerde el Gran Concepción de 1990, cuando no existían la Avenida Los Carrera, el Puente Llacolén o las autopistas del Itata y Cabrero. Tampoco la Costanera Norte llegando hasta Hualpén o la Ruta Interportuaria conectando el acceso norte con San Vicente y Talcahuano. Estas obras fueron pensadas con una mirada de largo plazo, que es la misma que debemos tener para abordar un proyecto urgente y necesario como el Metro a Concepción.